Vinicius goleó como nunca al Barcelona en la final de la Supercopa y luego se confesó en la plaza pública como pocas veces para hablar sobre su polémico carácter en los campos. Fue una noche intensa para el brasileño, que acabó en un avión de regreso a Madrid, donde aterrizó a primera hora de la mañana de ayer. Llegó tras meter el domingo en Riad tantos goles (tres) como en sus 15 clásicos anteriores, y charlar abiertamente de su relación con los rivales y consigo mismo en los terrenos de juego. “Quiero ser mejor persona. A veces, quiero hacer todo para el equipo y acabo faltando a los demás, a mí y a mis compañeros. Tengo que mejorar”, admitió tras decir también que le provocan para salir en la prensa.
Su explosión en el campo ha ido en paralelo a la explosión de unos gestos no siempre fáciles de dominar. En Valdebebas, las conversaciones con el cuerpo técnico y compañeros se han sucedido para que lo segundo no estropee lo primero. Carlo Ancelotti, un hombre de 64 años y viejos códigos, le ha insistido varias veces sobre esta cuestión porque es consciente de que, descentrado y metido en pleitos habituales con rivales y aficiones, a la larga supone una merma para su juego, por más que en ocasiones dé la sensación de que el brasileño se activa también con la pelota a través de estas refriegas. Este domingo, por ejemplo, el italiano le pidió que evitara algunos taconazos con el resultado ya decidido.
“Intento estar muy tranquilo y centrado en el partido, pero a veces no soy solo yo. Claro que no soy un santo. A veces, hablo demasiado y hago regates que no debería, pero estoy aquí para mejorar. El míster y los compañeros me están enseñando”, se sinceró tras la final.
Otros elementos del vestuario también han venido trabajando en esta tarea de amansamiento. “Nosotros hemos hablado mucho con Vinicius”, indicó Nacho hace un par de meses. “Siempre está encarando y eso genera frustración en los rivales. Yo, como capitán, y otros hemos hablado para que se centre solo en jugar”, añadió el defensa, que este domingo afirmó que los rivales también tienen su responsabilidad en este ruido.
Atacar más por dentro
En el último año, hasta tres oponentes con los que ha tenido enganchones han confesado sus triquiñuelas para sacar del partido a un Vini que tampoco se queda callado. Ni mucho menos. Dani García, del Athletic, llegó a aceptar su parte: “Yo también tuve algo de sobreexcitación e igual me pasé provocándole”, asumió. Algo que no hicieron los otros dos. Ivan Balliu, del Rayo, afirmó que “había que buscar esos truquitos o ese otro fútbol”, porque “a jugadores así es difícil parar”. Y Aitor Ruibal, del Betis, fue un poco más allá: “Tiene que asumir que le den patadas porque intenta regatear mucho. Está todo el rato hablando con los aficionados y es normal que le insulten”.
Más allá de la confesión del madridista sobre su forma de ser y el trabajo personal que se realiza intramuros con él, sobre el césped no está siendo un curso de continuidad para Vinicius. Primero, por las lesiones musculares, dos en cuatro meses tras no haber sufrido ninguna en las cinco campañas anteriores. Ya se ha perdido 12 partidos. Y luego porque sus movimientos han cambiado dentro de la reorganización ofensiva de Ancelotti para adaptarse a las circunstancias.
Uno de los primeros empeños de Carletto cuando llegó en 2021 fue que aprendiera a dominar su velocidad y los tiempos de la carrera, y no al revés. El cuerpo técnico le habló de la necesidad de controlar su gran arma para adquirir la pausa y definir mejor. Las charlas dieron pronto resultado, y en un curso y medio absorbió el liderazgo ofensivo debido al declive de Benzema. Ahora, la misión es otra: que además de encarar, agitar y regatear por la orilla, ataque también el centro, como en la final de la Supercopa.
“Ha buscado el espacio por dentro, no siempre por fuera, lo que le ha permitido marcar, sobre todo, el primer gol”, le reconoció su técnico, que desde principios de año ha tratado de convencerle de que esta nueva posición le acerca más a la portería. El señuelo del gol, material inflamable de egos, para atraerlo a sus necesidades. En ausencia de un nueve puro de talla mundial, había que repartir la responsabilidad anotadora.
Su mejor versión
Hasta ahora, Xavi había dado con una de las mejores medicinas: Araujo. Después de que a Dani Alves se le viera el cartón en la Supercopa de 2022, el entrenador azulgrana recurrió con éxito a partir de entonces al uruguayo en el lateral derecho para esposarlo. En los cinco enfrentamientos previos a la final del domingo, en tres de ellos Vinicius no logró regatearle ni una vez.
El clásico de Montjuïc, del pasado octubre, del que se marchó agarrado de un brazo por Ancelotti tras otro rifirrafe, volvió a evidenciar sus dificultades con el charrúa, curiosamente uno de los pocos marcadores con los que apenas ha tenido enganchones en España. “A veces, le cuesta más porque Araujo es un defensa de nivel mundial”, comentó Carletto este domingo tras la exhibición de Vini. En Riad, sin embargo, tres tiros a puerta y tres goles. Una explosión que se produjo bajo el nuevo formato, rompiendo más por el centro. La Supercopa mostró la mejor versión de lo que se le pide ahora, beneficiado también por una zaga culé en calzoncillos.
El nuevo plan futbolístico con Vinicius se inició en verano en Estados Unidos, pero las dos lesiones han interrumpido la puesta en práctica. Solo hace 10 días que regresó de una lesión en la pierna izquierda que se estimó que le dejaría fuera hasta febrero. Volvió en la mitad de tiempo, fundió al Barça en la final de la Supercopa y aceptó que él también debía cambiar cosas de su carácter.
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